domingo, 3 de enero de 2010

Editorial: Arthur C. Clarke, la ciencia y los peruanos




Como consta en la reseña que hice de Regreso a Titán, de Arthur C. Clarke, la novela arranca bien pero tiene un desarrollo mas bien decepcionante.
Pero no se puede negar el "encanto básico" que, considero, tienen todas las historias de Clarke que he leído: su amor por la ciencia, por el conocimiento, por la razón científica. La actitud optimista que tiene respecto al (buen) uso de la razón, mediante la cual la humanidad llega a alcanzar un destino trascendente y de escala cósmica.
¿Y por qué no? Creo que ya tenemos bastante de visiones pesimistas y decadentes acerca del destino humano. Creyendo ser realistas y prácticos, en realidad, la mayoría asumimos - a veces - una postura cuasi negligente respecto a nuestro futuro. Sospechamos de cualquier planificación a largo plazo, miramos por encima del hombro las noticias sobre descubrimientos o avances científicos (cosas de nerds). Nos seduce más la postura del cínico hedonista que vive como puerco, revolcándose en su apatía, a la que llama vida realista, lejos de los afanes de quien tiene una visión un poco más inquisitiva sobre el mundo.
Por supuesto, la vida no es un lecho de rosas, y la catadura de gran parte de los integrantes del Congreso de la República del Perú no parece que permita mayor optimismo. Bástenos recordar algunos apelativos: lavapies, robaluz, planchacamisas...
No parecen buenos tiempos para la ciencia, en el Perú. Una actitud como la de Clarke parece pues no sólamente desfasada, sino a contracorriente de la realidad. El racionalismo, entendido a la peruana, es la viveza criolla. ¿Para qué matarse estudiando física, química o biología si es más rentable postular al Congreso? El proverbial buen padre de familia peruano se enorgullece de su hijo congresista pero menea la cabeza cuando piensa en su hijo matemático, que con las justas consigue dinero enseñando en escuelas y academias de preparación universitaria.
No razones, no planifiques, no proyectes... y sálvese quien pueda. ¿Es realmente ésta la mejor manera de pensar, es decir, la exclusión total de una actitud racional y positiva hacia la vida?
En épocas como ésta, cuando acaba un año e inicia otro, algunas personas suelen hacer promesas y plantearse objetivos para el nuevo período. No nos propongamos grandes hazañas, pongamos simplemente un poco de Clarke en nuestras vidas.
De repente empieza a irnos mejor.

Daniel Salvo

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