martes, 1 de diciembre de 2009







No más duendes


(Gremlins, go home!)


Gordon R. Dickson & Ben Bova


Editorial Lidium, 1975.




Viendo la portada de este libro, uno jamás podría imaginarse que está frente a una de las obras mejor escritas sobre los duendes, los niños, la amistad, la ecología, la maduración como ser humano, y un largo etcétera.


Y bueno, es que cuando a uno le comentan acerca de libros o películas “para niños”, pues como que se pone sobre aviso, pensando (en mi triste infancia, al menos) en esperpentos como las películas de Joselito u otras donde los niños son empalagosamente dulces, buenos, lindos y estúpidos. Todo ello, enmarcado en una también estúpida historia, (¿recuerdan las películas de Los Parchis?). Todo horrible, como esas tías que te abrazan hasta ahogarte mientras te dicen “papito”. Creo que en la actualidad las cosas son diferentes, pero hubo una época en la cual los propios niños han debido odiar las películas o libros que (quizá con las mejores intenciones) han hecho los adultos para ellos. Y si los niños no aprecian algo (son unos críticos terribles, vaya), imagínense a un adulto tragándose dos horas de las aventuras de Joselito...


En esas épocas, qué no hubiera dado yo por leer esta novela. Igual la he disfrutado ahora que estoy en base cuatro, pero imagino que para un menor debe ser una experiencia de esas que te enganchan con la lectura para siempre. Como leer “Tom Sawyer”, por ejemplo.


“No más duendes” es la historia de Rolf Gunnarson, un niño cuyo padre está a cargo del lanzamiento del primer cohete a Marte desde Cabo Kennedy. Debido a la intensa actividad desplegada por su padre, Rolf se siente un poco relegado (a su vez, su madre parece cuidar más de su hermana pequeña que de Rolf), considerando además que sus preocupaciones ecológicas tienen más importancia para la humanidad que los viajes espaciales.


Un día, dando un paseo en bicicleta junto con su perro Shep, sufre una caída de esas que te hacen ver estrellas. Cuando se recupera, se da con la sorpresa de que su perro está hablando (discutiendo sería la palabra) … ¡con un duende!


Un duende arquetípico (desde el punto de vista anglosajón) llamado Baneen, que mide unos treinta centímetros, tiene orejas puntiagudas, cejas blancas, viste de verde, flota en el aire y habla con acento irlandés. Por cierto, el perro, cuyo nombre completo es Mister Sheperton, se convierte en un personaje secundario de lujo. Además, habla con un pomposo acento inglés…¿Qué ha ocurrido? Algo de polvo de duende (no pregunten que es) ha caído sobre Rolf Gunnarson, de modo que ahora puede percibir el mundo de los duendes y de los animales parlantes, usualmente oculto a los sentidos de los seres humanos. Tras la sorpresa inicial, Rolf entrará en conversación con Baneen, quien le contará el secreto de su existencia: los duendes son seres extraterrestres provenientes del reseco y polvoriento (así les gusta a ellos) planeta Duendia, varados en la Tierra debido a un desperfecto en un vuelo espacial emprendido hace miles (¿o millones? los duendes son inmortales) de años. Deseosos de volver a su mundo original, o al menos ir a un planeta sin tanta humedad como la Tierra (el agua reduce los poderes de los duendes a un tercio de su capacidad), quieren que Rolf los ayude a construir una nueva nave espacial que les permita aprovechar el impulso del cohete que será lanzado a Marte. Para ello, Rolf deberá conseguirles, entre otras cosas, materiales que se encuentran en cualquier ferretería, a las cuales los duendes no pueden acercarse, pues el hierro también les causa daño. La nave de los duendes, cuyos principios obedecen a una física casi lovecraftiana, será construida por O’Rigami, un duende que habla con acento japonés (aunque en la traducción se lee como chino) que, según sus palabras, es el genuino acento de un duende tratando de hablar español (o inglés, con tanta traducción ya me perdí). Por cierto, Baneen dice lo mismo respecto a su acento irlandés. Al igual que los duendes que tienen acentos romaní, francés y de cualquier idioma que se hable en el mundo. Supuestamente, los humanos adquirimos “nuestros” acentos de los duendes que moraban entre nosotros…


A cambio de su ayuda, los duendes le ofrecen a Rolf el Gran Deseo, es decir, que Rolf pueda pedir a los duendes cualquier cosa, y éstos se la concederán. Y el gran deseo de Rolf no es otro que la limpieza del mundo, el fin de la contaminación mundial. No pide poco, por cierto. La tarea de Rolf, consistente en conseguir algunas herramientas y colocar la nave de los duendes junto al cohete espacial a ser lanzado por su padre, parece sencilla...


Excepto que las cosas no son siempre fáciles. Pese a los poderes y la ayuda de los duendes, Rolf tendrá que pedir ayuda de alguien más, una niña llamada Rita Amaro, cuyo padre está encargada de la vigilancia del cohete que será lanzado a Marte. Ambos niños se gustan, pero tratan de ocultar sus sentimientos, lo cual será imposible debido a las hilarantes observaciones hechas tanto por los duendes como por Mister Sheperton.


En su trato con los duendes, Rolf descubrirá cosas como el verdadero origen de la leyenda del Rey Arturo, la verdadera razón por la cual los duendes abandonaron su planeta y por qué desean volver al mismo… así como la importancia de la amistad, el compañerismo y esos valores didácticos que en cualquier otra circunstancia sonarían como aburridísimas lecciones o moralejas, pero en esta novela – que también podría leer como una novela “de aprendizaje”, puesto que Rolf se convierte en un chico realmente maduro al final de la misma – se nos presentan como experiencias llenas de emoción y sentido de la aventura.


Seres extraterrestres, viajes espaciales, perros que hablan… la aventura que cualquier niño quisiera tener. Y cualquier adulto cuyo corazón no esté carcomido. Realmente, apta para todos.
Daniel Salvo

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